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El ‘truco’ del miedo


Cuenta la Wikipedia que la palabra “Halloween” deriva de la expresión inglesa “All Hallows Eve” (Víspera de Todos los Santos).


Hace unos años, trabajando como redactora para una revista de ámbito comarcal, me encomendaron la misión de elaborar un artículo que indagara en los orígenes de esta antigua celebración y despejara confusiones con otras tradiciones más “nuestras”: la noche de las ánimas o de los finados, el día de Difuntos, el día de Todos los Santos, etc.


Teniendo muchísima más información, gracias a Internet, pude ir más allá de Halloween y de todas las tradiciones religiosas actuales. Viajé hasta la noche de los tiempos y encontré un nexo común a todas estas festividades, paganas o no. Ese punto de encuentro es la firme creencia de que, llega siempre un momento, antes del invierno, en el que la luz y la oscuridad se “saludan”, se miran de frente. Es el día o la noche del ‘permiso’ para abrir el velo a otros mundos, donde vivos y muertos, comparten escenario. Se trata de esa hora mágica, esa hora “bruja” (la palabra "bruja", "witch" en inglés, deriva del antiguo término sajón "wicca” o "sabio”) para la que deberás estar preparado porque la carroza se convierte en calabaza y los corceles en ratones.


Estoy segura de que en ciertas culturas ancestrales, este momento se vivía con naturalidad…hasta que llegaron otros tiempos en la historia de la humanidad y se añadió un ingrediente nuevo: el miedo. Cualquier estamento poderoso que se precie, sea de origen religioso, político o económico, conoce bien la infalible regla del “divide y vencerás”: y así es como surgen los buenos y los malos, con la varita mágica del miedo.


En nuestra información genética el miedo es omnipresente: tenemos miedo a la muerte, miedo a los muertos, miedo a morirnos, miedo a ser castigados en el infierno, miedo a quedarnos entre el cielo y el infierno, miedo a que no haya nada después de la muerte, miedo a que haya algo…miedo de los otros, miedo de los malos, miedo de nosotros mismos y miedo de sentir miedo.


El miedo es la mejor herramienta inventada para evitar que integremos las dos polaridades en nosotros, porque si lo hacemos, veremos que los demás no son tan malos ni nosotros somos tan buenos, porque comprendemos la sombra del otro cuando integramos la nuestra y entonces no hay razón para el conflicto. Y si no hay conflicto…no hay negocio en este planetita azul (a veces azul oscuro casi negro).


Buscándole la esencia a esta fiesta importada del mundo yanki, me planteo que puede ser una oportunidad para ponernos el disfraz y mirarnos sin miedo al espejo: Saquemos a la bruja, al vampiro, al zombi y al fantasma que llevamos dentro y afrontemos nuestro lado oscuro sin tapujos:


¿Somos brujas o brujos malvados cuando envenenamos a otros con nuestras palabras cargadas de odio, de rencor, de celos, de envidia o…de miedo? ¿Lo somos cuando tratamos de “hechizar” con retorcidas manipulaciones y chantajes emocionales, sometiendo la voluntad de los demás? ¿Qué pasa cuando sacamos los dos colmillos (el de la inconsciencia y el del egoísmo) y los clavamos en la yugular del prójimo para extraerle hasta la última gota de su tiempo, de su esfuerzo, de su paciencia o de su dignidad? ¿Somos o no somos vampiros? ¿Quiénes son realmente las “almas en pena”, los difuntos atrapados entre dos dimensiones, o los que se quedan atascados en la queja constante? ¿Qué somos, sino zombis, cuando nos limitamos a existir sin cuestionarnos la autoridad o las normas que nos rigen o cuando juzgamos a otros porque se “indignan”? ¿Y fantasmas? ¿Cuántos hay a plena luz del día? Es posible que los fantasmas no sean más que nuestros miedos o viejos patrones de comportamiento que se resisten a desaparecer y dejar paso a otros nuevos.


La noche del 31 de octubre, vista así, es una excelente puerta hacia la libertad personal. Demos un nuevo significado al famoso “trick or treat”: Que no haya ‘trato’ con los que vampirizan nuestro tiempo y energía y que no haya mejor ‘truco’ que la ilusión y la alegría para alejar a los fantasmas del pasado.


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