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La puerta sin puerta

La simbología de la puerta, como umbral que nos sitúa entre dos espacios, es fascinante. Sobre todo cuando no sabemos qué es lo que nos espera al otro lado y nos encontramos ante un misterio que nos reta a superarnos en algún aspecto de nuestra vida. Metafóricamente hablando, se puede decir que todos, en algún momento y en algún punto del camino de nuestra vida, nos vemos ante la necesidad o la oportunidad de abrir o cerrar una puerta.


Puertas, entradas, accesos, pórticos o umbrales representan un símbolo universal, un arquetipo mediante el cual describimos infinidad de situaciones y su forma nos da pistas sobre la naturaleza de su ‘mensaje’. En este sentido, según la simbología, las puertas cuadradas nos hablan de tránsitos de un espacio físico a otro y de cambios de estructuras mentales o puntos de vista, y las puertas redondas tendrían una connotación más metafísica ya que aluden al paso de un estado de conciencia a otro, o de una dimensión a otra. En el cine y en la literatura podemos encontrar infinidad de ejemplos de puertas redondas que nos llevan a otros ‘mundos’ si cruzamos el umbral: Puerta del Tiempo, Stargate, El Señor de los Anillos…o la madriguera del conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas).


También existen puertas invisibles, que se abren o se cierran en determinadas fechas, permitiendo que durante un espacio determinado de tiempo, los dos lados crucen el umbral y se fundan en un mágico abrazo, como sucede en la Noche de las Ánimas o en la Noche de San Juan.


El mundo del arte, que permite tantas interpretaciones al trabajo del artista como observadores lo contemplen, está lleno de obras que hacen alusión a este icono del mundo subconsciente.


En Tenerife, tenemos un curioso ejemplo de puerta artístico-simbólica en la escultura del japonés Kan Yasuda que se alza majestuosa sobre el muellito de Garachico.


El monumento, de estilo minimalista, se compone de dos piezas de mármol blanco de Carrara dispuestas en un eje ficticio sobre el espigón del puerto pesquero, que crean un efecto óptico por el que, desde determinada distancia se aprecia una especie de puerta bloqueada por una pieza central, pero a medida que el observador se acerca descubre dos piezas: una primera escultura, causante del efecto de puerta cerrada, y una segunda que sería un portal abierto al mar.

La obra tiene por nombre Tensei Tenmoku, que ha sido traducida como ‘puerta sin puerta’, ‘puerta sin tierra’ o también, si se separan las sílabas Ten sei ten mo ku, la traducción sería ‘entrenamiento de maestros’, lo que ya nos da una pista importante de que se trata de una puerta iniciática.


Su ubicación, en el saliente costero llamado ‘el Infierno’, parece que estaba escrito (dicen que las obras buscan su propio lugar en el mundo). Y es que, cuando Kan Yasuda fue invitado a participar en una muestra artística en la capital tinerfeña por Carlos Schwartz (uno de los arquitectos a la cabeza de la Comisión de Escultura de dicha muestra) en el año 1999, viajó a la Isla con su mujer y eligieron, junto a la Comisión, la Rambla de las Tinajas como lugar idóneo para colocar sus dos flamantes piezas de mármol. Pero cuando la escultura llegó al Puerto, el entonces alcalde de Santa Cruz, dijo que en la Rambla ‘no se podía’. Y ese ‘no’ hizo que la obra del japonés permaneciera prácticamente un año embalada en el muelle.


Exasperados ante la situación, llegó un momento en el que los arquitectos llamaron al escultor para que regresara a la Isla sugiriéndole un nuevo emplazamiento: el antiguo muellito de Garachico. Dicen que cuando Yasuda visitó la ubicación propuesta dijo: “El mejor lugar que puede haber para una escultura mía es este”. Y entonces, todos agradecieron la negativa que un año antes les había dado el alcalde de Santa Cruz. La metáfora de la obra, estaba servida: A veces un ‘no’ es una oportunidad para que las cosas encuentren su momento y su lugar. A veces, una ‘puerta cerrada’ es sólo un ‘piénsalo bien’. Las negativas de la vida, las puertas bloqueadas, pueden ser como La Puerta sin puerta de Garachico: tan sólo un efecto óptico. Una situación que nos invita a acercarnos un poco más y a observar mejor, a cambiar nuestra perspectiva, nuestro punto de vista, a buscar una alternativa mejor. La escultura de Yasuda es la manifestación de ese ‘efecto visual’ que nos hace creer en primera instancia que no podemos pasar, que no seremos capaces de atravesar el umbral, pero que, si no abandonamos, si estamos atentos, si seguimos avanzando en la dirección en la que realmente sentimos que debemos ir, el acceso bloqueado se trasforma en un pórtico abierto. Descubrimos entonces que era nuestra mente ‘cuadrada’, la que nos mostraba una puerta cerrada.


Y tras el segundo umbral, la obra del escultor japonés nos sitúa en un punto mágico en el que ese saliente llamado ‘el Infierno’ queda bajo nuestros pies, a la vez que el cielo queda sobre nuestras cabezas y, frente a nuestros ojos…el inmenso mar de posibilidades infinitas. En ese momento se nos revela el secreto: que la elección siempre es nuestra y que en cada uno de nosotros se encuentra la llave que abre y cierra todas las puertas de nuestra vida.


Imagen: Tensei Tenmoku, escultura de Kan Yasuda situada en el antiguo muelle de Garachico. www.tenerifelicidad.net


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